26 ago 2008

viceisnice

Hoy es un día especial, bah, especial lo que se dice es-pe-cial no, más bien raro, no sé bien por qué, pero sé que no fue un día muy normal. En realidad ya no debería decir “hoy” porque lo que llamo hoy fue ayer, pero como para mí ayer sigue siendo hoy dado que todavía no pasé la noche de ayer porque la noche de ayer sería estar durmiendo en este mismo momento, pongamos que hablo de Junín y de ayer pero hoy, ¿trato?
Hoy pero ayer desayuné con el almuerzo y con la Chiqui Legrand, (sí, sí, ya sé, me estoy levantando tarde) acto seguido: me podían pasar dos cosas; que el desayuno-almuerzo me caiga mal porque me molesta escuchar más de diez segundos a la vedette de los almuerzos y me podía llegar a quedar atravesada la comida en la garganta o que el invitado de Mirta sea Fernando Peña y que por primera vez en mis veintidós años, no me moleste escuchar a la viuda de Tinayre un programa entero sin fastidiarme e incluso, prestando atención a sus comentarios bobitos. Me la banqué y hasta creo que no merezco mentirme, lo ví venir, más de una vez, durante esa comida, fui felíz. Peña dice cosas que me hacen bien. Ver a Peña me gusta. Escucharlo me gusta. Oir a Peña durante un almuerzo, está bueno, como Buenos Aires. Peña me entusiasma. Peña me sensibiliza. Y me gusta que alguien me provoque eso. Una persona que se autodefine como “trabajador de la palabra en todas sus manifestaciones”, me gusta. Un muchacho como yo, digamos, que vive simplemente.
Después de Peña, me quedé sola en casa, momento emotivo en el aire ya: sola y en casa, o sea que tenía un par de caminos por transitar, al estilo elige tu propia aventura…, para elegir: una merecida siestona, viendo y considerando que era mi último jueves de las vacaciones de invierno antes de volver a la ciudad de la furia, a la facultad de la furia y a la gente con furia (Ciudad Autónoma de Buenos Aires, amiguitos, sí, sí; Universidad de Buenos Aires, sí, sí, compañeros; y porteños, queridos, sí, sí), una siesta en mi hermosa camita grande, no venía nada mal, pero había un sol muy grande como para esconderme de él en la cama y no fui por ese lado; la segunda opción era mirar un rato latele, literalmente, mirar un rato latele, estudiarla, sus botones, sus opciones de menú, su sonido y por ahí, hasta ahí, sólo eso puedo hacer con latele desde hace tiempo, con suerte, encontrar en la pila de mi hermano algún dvd que valga la pena, pero no, el sol seguía estando muy lindo afuera para eso, y eran las tres y veinticocho de la tarde ya, cuando no da, no da. Mis amigas estaban todas, pero todas, estudiando, justo tengo tanta suerte, que hay un sol hermoso y todas rinden la semana que viene, que vendría a ser algo así como que se caiga el cielo de la tormenta, tener tres películas buenísimas para ver, pero que el reproductor de dvd o que la cassettera (palabra ochentosa si las hay) no funquen y lo que es peor, te enteres en ese mismo momento, después de estirar tus piernas entre el sillón y la mesa ratona que tenés ahí. Bajonazo, el sol seguía firme ahí afuera. Y yo sola, y acá adentro. También podía ponerme en posición pro-estudio como aquellas otras, pero tampoco daba ponerme a leer la bibliografía que todavía no empecé a leer a conciencia para el parcial que tengo de Taller2 la semana que viene, eso de hacer algo a conciencia, justo hoy, no daba tampoco. Y menos teniendo en cuenta que siento que me anoté en una cátedra aburridísima (casi como el programa de la Chiqui cuando tiene invitados como Susana Rocasalvo u Osvaldo Laport) de la cual tengo pensado desaparecer, borrarme, darme de baja, pronto. En fin, problemas académicos que resolveré en el ámbito facultativo (¿existe ese término?) la semana que le sigue a esta, o sea la que viene, cuando ya mis hermosas vacaciones de invierno hayan concluido y no tenga otra cosa que hacer que ir a luchar contra la mujer simpatiquísima del Departamento de Alumnos de la Sede Parque Centenario, una rubia teñida, morrudita, que lo que menos tiene es cara de “¿Me entendiste? Sino, te explico otra vez” o “Volvé todas las veces que sea necesario”. Y la última opción, la más acertada, la que finalmente elegí, fue ducharme, poner música a fondo y hacer lo mismo que hago todas las noches aparte de tratar de conquistar el mundo, pensar y repensar, mientras escucho esa música que considero saludable, cuál sería la banda sonora de mi vida, de mis días, de ese momento.
Entre las tantas preguntas que me vivo preguntando, ésa, la de mi banda sonora, es una que me hago siempre y que nunca nadie me hizo, cuál sería la banda sonora de mi vida. Mmmm, creo que es tan difícil de responder para mí, pero para muchos debe ser fácil. Por ejemplo Charly García, él sí que supo tomarse muy enserio esa pregunta, aunque dudo de que alguien alguna vez se la haya cuestionado, o por ahí, de tan genio que es, él mismo supo planteársela, de lo que estoy segura es que supo responderla demasiado bien. Ésa es la música con la que quiero que empiece mi cidi con la música de mi vida. Track 1: El Amor Espera – Intérprete: Charly García & Say No More! En ese momento terminaba de ducharme y ahí volví a comprender que la música es el vicio que me hace más felíz. Vice is Nice! And no more.-

1 comentario:

Anónimo dijo...

es un nçbuen/mal momento ese de una semana antes de empezar no?
a ver cuando encontramos espacio para la revista, voy a perdiendo ideas por el camino, porq las pienso, digo "mm podría ir para la revista, después la anoto" pero ya es tarde. Nos vemos